De Tánger a la Edad Media
Desde nuestro etnocentrismo solemos cometer el error de juzgar a la ligera otras latitudes y otros tiempos. Nos dejamos llevar y damos por hecho que al sur del Estrecho de Gibraltar siempre han estado menos desarrollados que al sur de los Pirineos.
A principios del siglo XX el escritor José Luis Sampedro fue enviado por sus padres desde Tánger a tierras peninsulares. Aquel niño que estaba entrando en la adolescencia vivió ese traslado como un viaje a la Edad Media, porque la sociedad que se encontró no tenía nada que ver, lamentablemente, con la que él había conocido hasta ese momento en la ciudad africana.
Sampedro se había criado en Tánger, ciudad multicultural y tolerante en aquella época, donde su padre estaba destinado como médico militar.
En La escritura necesaria, recuerda:
“En Tánger viví inconscientemente, pero de forma receptiva, esa multiplicidad de influencias a las que aludí antes. En el colegio tenía compañeros de distintas nacionalidades y costumbres, aún predominando los españoles. En la calle convivían tres religiones; la cristiana, la musulmana y la judía, varios idiomas, hábitos diferentes. Mis hermanos y yo pedíamos juguetes a los Reyes Magos, pero los elegíamos en los catálogos del Printemps facilitados por los Magasins Modernes, que eran el mayor establecimiento local. Unas tiendas cerraban los viernes, otras los sábados, las demás los domingos… y así en muchos aspectos, fui recibiendo una visión del mundo múltiple y respetuosa con las costumbres ajenas, hasta el segundo salto importante. Un golpe de timón en mi vida”.
Después, sus progenitores pensaron que debía estudiar en un colegio en la Península, que fue “como regresar a la Edad Media”.
Leyendo las obras de Sampedro conviene recordar ese Paraíso perdido, aquella infancia truncada, de aquella Tánger: “ha sido para mí un inmenso regalo del destino, perenne en mis raíces y marcándome definitivamente”.