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El éxito inesperado de Andersen

Hay personas que saben de la grandeza de su destino. O quizá sea al revés, es decir, que su destino acaba siendo grande por el empeño que le ponen.
El escritor danés Hans Christian Andersen (1805 – 1875) tenía muy claro desde joven que iba a triunfar a pesar de sus orígenes humildes y su falta de una buena formación académica (dicen que leía y escribía lo justo).

Una vez muerto su padre, comunica a su madre que quiere marcharse a la capital, Copenhague, a probar suerte con el teatro. La madre no lo ve nada claro y consulta a una vidente, que la deja más tranquila al ‘adelantarle’ que su hijo será un hombre importante y que la ciudad entera, su Odese natal, se iluminará en su honor. Al parecer, la predicción pareció cumplirse cuando le nombraron hijo ilustre de esta localidad.
Pero lo que Hans Christian no sabía es que su éxito y su gloria literaria no vendrían por donde el preveía. Sus esfuerzos en el teatro, en la novela y en la poesía palidecieron frente a sus cuentos.
Escribió unos 168 cuentos, que forman parte del imaginario cultural de la Humanidad. Entre ellos, El traje nuevo del emperador, La pequeña cerillera, La sirenita, Pulgarcita, La princesa y el guisante, El patito feo, Las zapatillas rojas, El soldadito de plomo o La reina de las nieves.


Ilustración de El patito feo de Vilhelm Pedersen (1820-1859), el primer ilustrador de Andersen.

También fue un incansable viajero por múltiples países, incluido España. Granada, Alicante, Toledo y Málaga le impresionaron especialmente. En esta última ciudad le han dedicado una estatua.