La abuela y la profesora de Eco
El ejemplo puede ser más valioso que los discursos. El novelista y profesor universitario Umberto Eco vivió una niñez en la que veía a su abuela materna siempre con un libro entre las manos. De ella cuenta el autor en una entrevista a El País:
“Mi relación más estrecha fue con mi abuela materna, que fue la que me inició en la literatura. Era una mujer sin cultura alguna, creo que hizo cinco años de primaria, pero tenía pasión por la lectura.”
Al parecer, esta mujer estaba suscrita a una biblioteca y traía a casa en préstamo muchos de esos libros. Mujer sin formación, se dejaba guiar por su instinto o por la oportunidad de lectura que en cada momento se le presentaba.
“Traía a casa un montón de libros; leía de manera desordenada. Un día podía leer a Balzac, y luego, una novelita de amor de cuatro perras, y le gustaban las dos. Y así hizo conmigo: me daba a leer, a los 12 años, una novela de Balzac y una novela de amor de ínfima calidad. Pero me transmitió el gusto por la lectura.”
El autor de El nombre de la rosa también recuerda a la señorita Bellini, una profesora que le dio clase solo durante un año pero que le dejó un hondo recuerdo porque era “una educadora fabulosa”. De hecho, el escritor le enviaba cada nuevo libro que publicaba:
“Era una gran educadora; nos estimulaba a escribir, a contar, a ser espontáneos, y ha sido una de las personas que más han influido en mi vida.”
Quien ha tenido en su familia o en el colegio alguien que le ha inculcado el amor por la literatura, es una persona rica para el resto de su vida.