LIBROS. Digital y papel

Los zapatos de Dorothy

Si nos preguntan por los zapatos que llevaba Dorotea Gale (o Dorothy, como prefiráis), la protagonista de ‘El Mago de Oz’, nuestra respuesta inmediata será que eran rojos, con lentejuelas además.
Poniéndonos en mayores explicaciones, añadiríamos que son unos zapatos que pueden llevarte de nuevo a casa si te has perdido, por muy lejos que te encuentres de ella.
Pero ese rojo no fue el color original de estos zapatos. Al menos, no los imaginó de ese color el autor de la novela, Lyman Fran Baum cuando publicó en 1900 ‘El maravilloso Mago de Oz’.  (más…)

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Neruda en verde

Pues resulta que el bueno de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, más conocido como Pablo Neruda, tenía una manía un tanto especial a la hora de escribir: el color de la tinta que usaba.
Porque el gran poeta chileno no usaba un color habitual. No era de negro, ni de azul… sus textos los redactaba a mano con tinta verde.
Fue una costumbre que mantuvo durante toda su vida y que hace de sus manuscritos unos documentos perfectamente identificables. (más…)

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Miguel Hernández, fútbol y flamenco

El 30 de octubre pasado se cumplieron 106 años del nacimiento del poeta Miguel Hernández, uno de los máximos exponentes de la poesía comprometida de la primera mitad del siglo XX en España, poeta combatiente en grado tan alto que ningún otro escritor se le puede comparar en nuestra Guerra Civil.

Antes de la década de los 30, cuando el de Orihuela era un adolescente, fue un muchacho al que le gustaban como a cualquiera la juerga y las bromas; además, jugaba en un equipo de fútbol. Un equipo de fútbol que fue bautizado como ‘La Repartiora’ porque lo repartían todo entre sus integrantes: El Mella, Rosendo Mas, Sapli, Manolé, Pepe, el Botella, Paco, Rafalla, Gavira, el Habichuela, José María, Paná, Meno y el Barbacha, que era Miguel Hernández.
Le pusieron este apodo, que es el nombre de un tipo de caracol, porque era un jugador bueno y fuerte, pero algo lento.

Miguel, en la foto, es el segundo por la derecha en la fila de abajo.

Por aquellas fechas Miguel hizo una gran amistad con el panadero Carlos Fenoll, también enamorado de la poesía, así como del arte de conversar y del flamenco, devoto del cantaor Cepero para más señas. Un día se fueron los dos, Hernández y Fenoll, a una taberna de la calle Barea donde se degustaba buen cante jondo. Tras unos vasos de vino, Miguel se comprometió con el cantaor Antonio García Espadero, conocido como el ‘Niño de Fernán Núñez’, a hacerle unas coplas que se titularían ‘Canción de flamenco’ y ‘Soledad, ¡qué solo estoy!’.
Hay dudas sobre la autoría de estas coplas, pero la segunda puede que fuera ésta:

Las penitas de la muerte
me dan a mí que no a otro,
cuando salgo al campo a verte
con mi negra, negra suerte,
con mi negro, negro potro.

Soledad, qué solo estoy
tan solo y en tu compaña.
Ayer, mañana y hoy,
de ti vengo y a ti voy
en una jaca castaña.

 

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Un libro que no se deja entender

Muchos amantes de los libros seguramente tendrán en su memoria el recuerdo de algún volumen que repasaron en su infancia. Posiblemente fuera algún libro ilustrado de sus padres, uno de esos tesoros familiares al que aquel niño que fuimos se asomaba a menudo, para recrearse en las imágenes. Y así fueron creciendo muchos idilios con las letras.

Aquellos niños que fuimos no entendían de qué trataba aquella obra y no fue hasta años después que supimos que aquello, en realidad, era… un volumen ilustrado de fauna y flora, un atlas sociológico o, quién sabe, un catálogo de las maravillas modernas de la Humanidad.

Existe hoy un libro que, ya adultos y consumados lectores, nos provoca la misma sensación fascinante y enigmática. (más…)

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