LIBROS. Digital y papel

Neruda en verde

Pues resulta que el bueno de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, más conocido como Pablo Neruda, tenía una manía un tanto especial a la hora de escribir: el color de la tinta que usaba.
Porque el gran poeta chileno no usaba un color habitual. No era de negro, ni de azul… sus textos los redactaba a mano con tinta verde.
Fue una costumbre que mantuvo durante toda su vida y que hace de sus manuscritos unos documentos perfectamente identificables. (más…)

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¿Dónde vive el Papa?

Pues igual os pensáis otra cosa, pero no es tan fácil enviar unos libros al Papa desde El Vaticano. Porque te vas un domingo y resulta que, con el Angelus de las 12, aquello está estaba todo hasta la bandera, a lo que hay que añadir la cantidad de medidas de seguridad… imposible llegar hasta la Poste Vaticane.

De modo que Montse Alonso se tuvo que volver al hotel sin poder enviar sus ejemplares bajo el brazo de ‘El sueño de Malala’ y de ‘Los niños migrantes no vienen de la Luna’. Ambas obras son creaciones suyas (en colaboración con otras autoras) y tratan sobre la infancia, la educación, la migraciones y los refugiados.

Pero el que la sigue la consigue. Y ayer, lunes, se presentó a primera hora de nuevo en la Poste Vaticane y, esta vez sí, le atendió un señor muy amable y muy sonriente. Aunque no estaba todo hecho porque faltaba un pequeño detalle: saber la dirección del Papa.

¿Alguien sabe dónde vive el Papa?

Finalmente, este señor le ha dicho que ponga simplemente “S.S. el Papa Francisco” y que el sobre llega. Además, únicamente le ha cobrado el sobre.

Suponemos que Francisco es muy conocido en el barrio y que cualquiera le indicará la dirección al cartero. 😉

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Miguel Hernández, fútbol y flamenco

El 30 de octubre pasado se cumplieron 106 años del nacimiento del poeta Miguel Hernández, uno de los máximos exponentes de la poesía comprometida de la primera mitad del siglo XX en España, poeta combatiente en grado tan alto que ningún otro escritor se le puede comparar en nuestra Guerra Civil.

Antes de la década de los 30, cuando el de Orihuela era un adolescente, fue un muchacho al que le gustaban como a cualquiera la juerga y las bromas; además, jugaba en un equipo de fútbol. Un equipo de fútbol que fue bautizado como ‘La Repartiora’ porque lo repartían todo entre sus integrantes: El Mella, Rosendo Mas, Sapli, Manolé, Pepe, el Botella, Paco, Rafalla, Gavira, el Habichuela, José María, Paná, Meno y el Barbacha, que era Miguel Hernández.
Le pusieron este apodo, que es el nombre de un tipo de caracol, porque era un jugador bueno y fuerte, pero algo lento.

Miguel, en la foto, es el segundo por la derecha en la fila de abajo.

Por aquellas fechas Miguel hizo una gran amistad con el panadero Carlos Fenoll, también enamorado de la poesía, así como del arte de conversar y del flamenco, devoto del cantaor Cepero para más señas. Un día se fueron los dos, Hernández y Fenoll, a una taberna de la calle Barea donde se degustaba buen cante jondo. Tras unos vasos de vino, Miguel se comprometió con el cantaor Antonio García Espadero, conocido como el ‘Niño de Fernán Núñez’, a hacerle unas coplas que se titularían ‘Canción de flamenco’ y ‘Soledad, ¡qué solo estoy!’.
Hay dudas sobre la autoría de estas coplas, pero la segunda puede que fuera ésta:

Las penitas de la muerte
me dan a mí que no a otro,
cuando salgo al campo a verte
con mi negra, negra suerte,
con mi negro, negro potro.

Soledad, qué solo estoy
tan solo y en tu compaña.
Ayer, mañana y hoy,
de ti vengo y a ti voy
en una jaca castaña.

 

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Un libro que no se deja entender

Muchos amantes de los libros seguramente tendrán en su memoria el recuerdo de algún volumen que repasaron en su infancia. Posiblemente fuera algún libro ilustrado de sus padres, uno de esos tesoros familiares al que aquel niño que fuimos se asomaba a menudo, para recrearse en las imágenes. Y así fueron creciendo muchos idilios con las letras.

Aquellos niños que fuimos no entendían de qué trataba aquella obra y no fue hasta años después que supimos que aquello, en realidad, era… un volumen ilustrado de fauna y flora, un atlas sociológico o, quién sabe, un catálogo de las maravillas modernas de la Humanidad.

Existe hoy un libro que, ya adultos y consumados lectores, nos provoca la misma sensación fascinante y enigmática. (más…)

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